Comúnmente hablamos de cosas que no dominamos completamente, buscamos convencer sin estar convencidos nosotros mismos. Así como cada vez más vemos deportistas como comentaristas deportivos sin estudios en comunicación, desde el área del software hablamos de psicología y comportamiento humano sin haberlo estudiado.
¿Realmente estamos capacitados para ayudar a las organizaciones y a las personas a mejorar? ¿Cómo el software y la tecnología nos abre espacios en otras áreas?
Pienso que la respuesta tiene que ver con lo siguiente: utilizamos los mismos principios que han funcionado en el software durante mucho tiempo: empatía, curiosidad, apertura y valentía. El concepto de «experto» es muy importante en el ámbito del software.
Queremos trabajar con expertos, porque saben lo que hacen y podemos confiar en ellos. Pero, ¿cómo nos convertimos en expertos? ¿Qué hay que hacer?
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- Aprender mucho sobre el área específica en la que queremos trabajar.
- Reflexionar sobre lo que funciona y por qué.
- Tenemos que hacer preguntas, escuchar atentamente y probar cosas.
- Tenemos que compartir nuestros conocimientos con los demás.
- Tenemos que estar abiertos a nuevas ideas, aunque no encajen con nuestras propias creencias.
- Tenemos que probar cosas nuevas, aunque no sepamos por qué.
- Hay que tener curiosidad por todo y especialmente por lo que aún no conocemos.
Aún con todo lo anterior, no necesariamente dominamos un tema y según el contexto siempre habrá prácticas y desconocidos que debemos descubrir. Con base a experiencias pasadas sugerimos prácticas y comportamientos, que debemos probar y retroalimentar para ir ajustando a lo que el momento mejor necesite.
Volviendo a los expertos que nos acompañan, muchas veces no han tenido experiencias similares a nuestro contexto y en ese sentido desde adentro se conoce mucho mejor las opciones que tenemos. Por ello nos enfrentamos al dilema de resolver por nosotros mismos, con más conocimiento de la situación, pero muchas veces sesgados o limitados en las opciones que vemos o que una o varias personas externas nos guíen con conocimientos y prácticas exógenas.
Por lo anterior, no hay fórmulas. Es probar, y buscar pequeños ciclos de retroalimentación para encontrar soluciones focalizadas en la situación local.
En resumen: hay que partir del desarrollo de un proyecto y su diseño como un proceso local; no lineal sino cíclico, en el que se está constantemente probando y aprendiendo. Es importante que este proceso lo hagan personas que conozcan mejor el contexto, pero también que lo guíen expertos de fuera.
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